
El Cabildo de Gran Canaria, en los últimos años del siglo XX, comenzó a rescatar del olvido al que estaban abocados miles de topónimos sin reflejo en los mapas que permanecían en la memoria de los isleños de mayor edad. Las personas interpeladas eran, en la mayor parte de los casos, de origen campesino. Su juventud había transcurrido en una isla sustancialmente distinta a la que contemplaban muchas décadas después, cuando eran preguntadas por los nombres de lomos, llanos, riscos, barranquillos, montañas, degolladas, puntas, playas y caletas que componían los escenarios en los que se había desarrollado una gran parte de sus vidas.
